martes, 25 de julio de 2017

El miedo y la Anciana




He visto pasar las horas en el reloj, incesantes e incansables, horas sentado en mi silla favorita, aquella silla que tantas horas de alegría me ha dado, alegría que ahora no sé dónde encontrarla, he buscado en todos lados, en mis cajones, en mi alacena, debajo de los muebles, en mi mente, en mis recuerdos y aún sigo sin poder hallarla.

He estado sentado viendo las horas pasar y mil cosas dan vueltas en mi cabeza, cosas que jamás pensé, cosas que me hacen dudar de mí, de mi vida, de mi existencia; cosas que hasta el más valiente harían llorar.

Donde están mis lágrimas cuando las necesito, me he vuelto un tipo duro, frio y hasta en ocasiones déspota, me he dado cuenta de todo esto, ya muy tarde.

Hasta estos momentos me había gustado la soledad de mi casa, mi fortaleza de la soledad se ha convertido hoy en mi prisión, y las paredes mudas testigos de lo que aquí podría suceder.

He tocado fondo y no sé qué más hacer, he visto el final de mi camino, tengo miedo y aun así siento que no puedo hacer nada más por mí.

una sombra recorría los cuartos vacíos, deteniéndose momentáneamente cada ciertos segundos y mirando hacia la sala de aquella casa, que alguna vez fue un hogar, mirando aquella figura deprimente sentada en aquella silla, cada vez tomando un gran suspiro y continuando su recorrido, cerciorándose que nadie más se encuentre escondido en los rincones de aquella casa al parecer solitaria.

después de unos momentos la figura sale dentro de las sombras, una mujer con la mirada triste, algo avanzada en edad, con el rostro melancólico se sienta en uno de los sillones de la casa, y en sus manos un papel arrugado, una gran túnica negra como la noche la cubre completamente, únicamente dejando ver su rostro y sus manos.

Un frio espectral recorre la casa, unas grandes cortinas color azul oscuro cubren los enormes ventanales que en miles de ocasiones dejaran entrar la luz del sol para llenar de luz y alegría aquel lugar.

Con una mano llama a Clarence para que se siente junto a ella.

Clarence temeroso se acerca a ella y se sienta a su lado, no puede articular palabra alguna, no por miedo, sino porque su corazón se encuentra destrozado, sin sentido a la vida misma, sin temor a lo que pueda pasarle en este momento o en el futuro.

-hemos pasado por tantas cosas, tantas alegrías y penas y ¿quieres rendirte ahora?. Dijo aquella anciana con voz entrecortada.
-no quisiera, pero no tengo más motivo para continuar.
-¿y la vida misma no es motivo para continuar?.
-sin ellos no creo que sea posible.
-¿sabes quién soy?
-no a ciencia cierta, pero me lo imagino. -¿qué tienes entre tus manos?

La anciana agacho la cabeza, no quería contestar aquella pregunta, sus ojos se llenaron de lágrimas, triste y a punto de quebrarse, simplemente arrugaba con tanta fuerza aquel papel.

-se quién eres y a que has venido.
-¡no creo que lo sepas! dijo la anciana alzando la voz, dirigiendo una mirada pesada sobre él, una mirada de castigo, una mirada tajante y a la vez culposa sobre Clarence. -¿que acaso lo sabes todo?
-por no saberlo todo. Su voz se quebró, un nudo en la garganta evitaba que continuara hablando. -es porque estoy en donde estoy. Dijo con mucha pena agachando la cabeza, y las lágrimas lentamente empezaron a salir.

La anciana, guardo compostura, con sus manos seco las lágrimas que corrían su mejilla; por dentro quería continuar con su trabajo, para lo que había llegado, pero este trabajo no era nada fácil, cientos de millones de veces al día hacia todas las visitas necesarias, pero estas en particular le dolían, haciendo que su trabajo no fuera nada fácil, menos las que eran penas del corazón, y siempre se tomaba un tiempo para reflexionar.

-te pareces tanto a ella. Dijo Clarence. -te pareces tanto que no creo que sea cierto.
-tengo tantos rostros, tantos nombres, pero en esta ocasión se me hizo que era el rostro más amigable que haz conocido.
-oh, sí. Claro que sí, ella siempre fue lo mejor del mundo, fue el motivo para continuar, para seguir adelante.
-por eso he escogido este rostro, por que quien más podría ser, sino ella.

La horas se habían detenido, en el reloj de la casa las manecillas se habían detenido exactamente en las 11:59:59, no caminaban más, esperando el resultado de aquella platica, el mundo se había tomado un descanso de todas sus responsabilidades.

-he pasado por tanto en tan poco tiempo, mis 36 años en esta tierra, no me han sido suficientes, para darme cuenta que he sido un tonto, un estúpido, que no pude saber e identificar todo lo mal que he hecho.
-pero siempre hay un momento para todo y para todos.
-vamos ya, dime a que has venido. Dijo Clarence mientras la miraba fijamente, con la mirada de un niño perdido que no encuentra a su madre, o aquella mirada de un animal triste y adolorido por una herida en su cuerpo.

La figura guardo aquel papel dentro de sus ropas, quería evitar a toda costa que llegara aquel momento sin retorno, aquel punto en el cual ya no hubiera marcha atrás.

-tanta prisa tienes. Dijo la anciana mientras bajaba la capucha, dejando ver su pelo lleno de canas, y todas las arrugas de su rostro.
-¿podría darte un abrazo?, ¿podría  poner mi cabeza en tus rodillas y me acaricies el pelo?. Las lágrimas de Clarence no dejaban de brotar de sus ojos ya hinchados por el llanto.
-si. Contesto la anciana dejando ver una expresión de sorpresa, nadie en toda su existencia había pedido algo como lo que aquel ser le estaba solicitando.

Clarence se arrodilló ante la anciana y durante un momento sintió que todo estaría bien, que aquel rostro como en muchas ocasiones, le estaba brindando la paz que necesitaba, esperaba que de sus labios salieran palabras sabias que hicieran que su alma se tranquilizara, que hicieran que dejara de pensar por un momento y dejar de darle vueltas en su mente todos aquellos pensamientos estúpidos, que él sabía que eran simples pensamientos estúpidos.

Si el reloj hubiera continuado su camino, se habrían dado cuenta que no solo habían pasado minutos, sino horas, que la anciana se estaba tomando más del tiempo debido para bajar aquel telón.

-yo sé quién eres, y a que has venido. Dijo Clarence mientras se apartaba del regazo de la anciana y tomaba asiento a su lado. -pero como yo, tienes miedo de aquel papel que has guardado.
-si tengo miedo, por primera vez tengo miedo de mi trabajo. Dijo la anciana mientras evitaba la mirada de su acompañante. -¿y tú a que le tienes miedo?
Clarence miro hacia el frente, donde había un cuadro de un paisaje sencillo, en el había un lago azul claro figurando que este era transparente, al fondo unas montañas nevadas, tranquilas y placidas y en su regazo unas cuantas casas, era un regalo de un conocido con el que había trabajado, el cual le prometió que el día que partiera de aquel lugar se lo regalaría. -le tengo miedo al olvido, a que nadie me recuerde como siempre creí que fui, miedo a que con el paso del tiempo nadie mencione mi nombre y apellido, miedo a que nadie recuerde mi rostro después de haber partido de este mundo, miedo a que todo aquello que hice haya sido en vano, todo el cariño y amor que sentí que di, haya sido un producto de mi imaginación absurda de creer que lo sabía todo y a la vez nunca puse en práctica. He cometido muchos errores en esta vida, demasiados diría yo, pero eso es a lo que le tengo miedo en este instante.
-y porque no te das la oportunidad de enmendar todo y hacer que este miedo se vaya.
-porque las oportunidades fueron muchas y nunca me di cuenta de los errores que cometía, siempre sentí que todo aquello que hacía era parte de mi estúpida naturaleza, en ocasiones creo que me sentí como ese cuadro, placido, tranquilo, sin errores, pero nunca me di cuenta que hasta el perfecto cuadro tiene pinceladas demás o de menos.
-los errores se cometen siempre, solo que hay que aprender de ellos.
-pero la gente se cansa, yo incluso pensé no cansarme nunca de intentar enmendar esos errores o de los que yo pensé tener, pero nunca vi más allá del cuadro que soy.
-todos los humanos siempre cometerán errores, pero por qué quieres termi.... la anciana callo sus palabras, no pudo continuar, miro el cuadro y se quedaron contemplándolo durante unos momentos.

El tiempo en esos momentos era efímero y sin sentido, el silencio se prolongó por más del tiempo debido, nadie dijo nada, nadie quería pronunciar palabra alguna, Clarence solo esperaba algunas algo de consuelo, que tal vez la anciana le dijera algo para hacerlo sentir mejor, pero ni ella sabía que decir, tenía tantas cosas en mente para hacerlo desistir de sus pensamientos absurdos, pero no salían de su boca. La anciana agacho la cabeza, saco dentro de sus ropas aquel papel arrugado, lo desenvolvió y lo miro nuevamente.

-¿que dirá aquel papel?. Pregunto Clarence. -que te trae tanta pena amiga. Acaso es momento de mi partida, o por el contrario, la pena que te invade es por dejarme aquí, varado en este lugar, sin ningún fin o propósito
-¿qué harías tú en mi caso?, ¿lo harías rápido acaso?, siempre me ha importado lo que les sucede a ustedes, he vivido por tanto tiempo y en tantos tiempos que la gente cree que esto es fácil.
-sé que para nada es fácil, pero por lo menos creo que...
-claro que no es fácil. Interrumpió la anciana alzando la voz.-pero, alguien tiene que hacer este estúpido trabajo, y siempre creí... dijo ella bajando el tono de su voz. -hasta este momento que era la más indicada para hacerlo, pero después de tanto tiempo veo que no.

vi nacer el universo, he visto levantarse y caer a muchos, planetas, sistemas, universos enteros colisionar y sucumbir en sí mismos, he visto el nacimiento de muchos imperios y poco tiempo después su caída, pero nunca vi nada tan frágil como ustedes, nunca creí que algo así me pudiera dar tanta pena, seres tan frágiles que a veces con una simple caída o un golpe pudieran dejar de brillar, como seres tan pequeños puedan albergar tanto en un envase tan pequeño, y aun así perderlo todo en un instante a veces por mi culpa y en otras por culpa de su arrogancia y su poco afán de sobresalir a las penas, eso me da mucha lastima y mucha pena, pero hoy creo que he llegado a mi limite, he visto tu historia, tu forma de ser, de pensar y en algunas cosas no coincido contigo pero en otras, oh en otras que gran sabiduría tienes en ocasiones.

-y de que me sirve todo eso, si siento que ya lo he pedido todo.
-perdiste una parte de ellos, no todo.
-siempre lo fueron todo para mí, en mi estúpida y pequeña cabeza siempre fueron mi mundo, pero creo que nunca se los dije como te lo digo a ti en estos momentos, o lo que les demostraba era otra cosa.

he comparado mi historia con la de otras personas, alcohólicos, mujeriegos, golpeadores y un sin fin de ellos, pero creo que yo soy el peor de todos, no decirles que los amo o demostrárselos de una manera tan escaza, o simplemente que no se dieran cuenta, oh mi maldito coraje, mi arrogancia, mi terquedad y mi necedad porque todo sea como yo quería o como yo lo veía... nunca me canse de luchar, nunca me canse de pensar que todo era pasajero, pero veo hasta este punto que no fue así, estos últimos días he estado reflexionando demasiado, no he dormido, no he comido, no he podido hacer más que pensar.

Oh gran defecto de mi persona, jamás dejar de pensar las cosas, pero creo que solo las cosas que no importan, porque hubo otras que jamás me detuve a observar y analizar. Si tan solo tuviera un momento más, si tan solo vieran a través de mis pensamientos, que es lo que me pasa, si tan solo pudieran por un momento pensar como yo...

-todos son diferentes, cada uno de los seres de este planeta piensas como deben de pensar, a algunos los nublan los sentimientos pero a otros, no se a otros simplemente no les gusta pensar.
-quisiera ser de esos que no piensan nada y simplemente dejarme llevar.
-dejarte llevar porque cosa, tus instintos, tus pensamientos absurdos.
-si, tal vez, y así simplemente dejar de pensar.

La anciana lo contemplaba con ternura, con miedo, con pena y con un poco de rabia, no podía creer que Clarence se diera por vencido tan fácil, que todo lo dejara a la suerte de lo que ella quisiera hacer con él. Quería abrazarlo, quería tenerlo entre sus brazos para que ya no sintiera más dolor, pero ella se rehusaba a que todo terminara ahí, ella ya había tomado una decisión.

-creo que es momento Clarence. Dijo la ansiada con voz decidida.
-nos vamos ahora.
-por si no te habías dado cuenta, ya no estás en Kansas Dorothi. Levanto su mano izquierda y con el dedo índice señalo hacia la silla.

Clarence se miró sentado en aquella silla color negro, como si estuviera dormido, recostado, apacible, como si todos sus males se hubieran ido o desvanecido tan rápido y tan fácil, como si ya nada le importara, un rostro tranquilo si ninguna pena.

La anciana se paró de su lado y le dio el papel que tenía entre las manos y empezó a caminar hacia las sombras de donde había surgido, le dedico una sonrisa, se acomodó la capucha y se desvaneció como si nunca hubiera estado allí.

Clarence intento decirle algo a la anciana, pero era demasiado tarde, ella ya había partido al lugar donde provenía, no sabía qué hacer, si seguir a la anciana o quedarse ahí sentado y contemplarse durante horas, no le quedaba más que leer lo que estaba escrito en el papel.

"nada en tu vida será fácil, habrá cosas peores que esta, pero siempre tienes que tener en mente que la solución a todo no está en el camino más fácil, no es tu momento el día de hoy, nos volveremos a ver de eso puedes estar seguro, pero no en estas circunstancias, te he dado la oportunidad que querías, te he brindado ese pequeño chance a ti, no a los demás, eres el primero que ha demostrado remordimiento y arrepentimiento, pero ten en cuenta algo, haz las cosas porque tú quieres hacerlas, haz las cosas porque tú quieras cambiar, no por nadie más"

en ese momento la puerta de la casa se abrió y un joven muy parecido a Clarence ingreso a la casa, silenciosamente se acercó a la silla, le dio un beso en la frente y le dijo muy suavemente: -papa, despierta.

Clarence en ese momento se miró abriendo los ojos y  brindándole al joven una gran sonrisa, en ese entonces supo que aquel Clarence sentado en la silla, ya no tenía miedo, y que todo el miedo que alguna vez había tenido, se había encontrado sentada todo este tiempo junto a la anciana, que aquel que sostenía la carta era todo el miedo que por días le había rondado en la cabeza, haciéndole tener ideas tontas y que la anciana con su plática, le había dado el consuelo que necesitaba para poder eliminarla.

Al darse cuenta de esto, la carta fue desapareciendo de sus manos, así como el mismo.
 Mientras se desvanecía supo que siempre existiría en Clarence que lo importante era siempre poder seguir adelante, y que siempre hay oportunidades y que cada uno de nosotros debemos de crearlas, no a través de puertas falsas.



Todavía está en edición...
























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